
La última edición del festival folklórico se presenta como una bisagra que permite ilusionarse
Todo se presentaba para que esta edición 2016 de Cosquín fuera distinta. Desde la publicidad, los discursos en las presentaciones por distintas provincias y la programación en sí lo presagiaban. Quien esto escribe escuchó de boca del mismo Intendente Municipal, y presidente de la comisión, Gabriel Musso, en una entrevista que compartimos en Rosario con los periodistas Marcelo Jara y Alejandro Rodríguez, que la intención era recuperar el festival para el folklore todo y no para determinados artistas, entre otros puntos.
Así las cosas la expectativa era mucha. Y se cumplió. Y fue notorio. Dejó de ser un espectáculo con un intérprete, de los llamados consagrados o convocantes, que realizaban shows extensos, rellenado por muchos otros con apenas 2 o 3 temas y nada más.
Más allá de gustos personales, la cartelera incluyó a muchos consagrados, algunos históricos y muchos jóvenes cantautores que hacía rato esperaban su oportunidad. El resultado fue más que positivo.
Del “arriba las palmas” a la música
Desde hace un par de décadas los festivales se transformaron en un encuentro donde se escuchaba muy poca música y casi nada de poesía. Todo era mucho volumen, muy rápido y a puro grito de “arriba las palmas”, “alegría, alegría”, “Sapucayyyyyy”, “grito cuyanoooooo”, etc. Siempre, salvo honrosas excepciones, más de lo mismo.
Esta vez la palabra y la melodía fueron las que levantaron al público de sus butacas sin que nadie les grite las órdenes de lo que tenían que hacer desde arriba.
El abanico de posibilidades fue tan amplio como lo es el panorama folklórico nacional. Desde el Sur y del Norte, de Cuyo y del Litoral, como reza su himno, estuvieron presentes. Menos tiempo para los “grandes”, más minutos para los “demás” y mucho más corta en su extensión. Rara vez pasó de las 3:30 de la mañana. Conclusión mucho espectadores para todos y nadie cantándole a las sillas.
De la intolerancia al respeto
La gente acompañó a todos con mucho respeto más allá de los gustos individuales. En los últimos tiempos se pudo apreciar cómo determinado sector se mostraba intolerante con los artistas que antecedían a sus preferidos. Ahora, parece que esto tiende a cambiar.
Lo importante de destacar es que escuchando se aprende, se descubre a tal o cual y se logra comprobar que el espectro musical va mucho más allá que el artista que tanto idolatramos. El ser humano no es imbécil, si le das algo superador hoy, mañana o pasado lo adoptará o, al menos, no lo rechazará.
De la celebración y los retornos
Así como Soledad celebró sus 20 años de consagración en la plaza Próspero Molina dándose el lujo de invitar a celebridades del canto, incluso a algunos que no estaban en la programación, se pudo disfrutar del retorno de otros tantos que son parte de la historia viva de la fiesta.
Por solo nombrar algunos diremos que Carlos Pino (de Los Trovadores del Norte), Vitillo Ábalos con sus jóvenes 90 y tantos años, Los Voces de Orán, el sacerdote Julián Zini o Jaime Torres hicieron vibrar a todos con su presencia.
Lo que puede venir para la música cuyana
Como desde hace varios años la música de Cuyo es la que tiene menor presencia. Pues esta vez el panorama se muestra distinto si, la impronta dada a esta edición, tiene continuidad en el futuro.
Si se educa al público a escuchar nos podemos ilusionar. Sólo faltará que dejemos de lado la flojera y la crítica y pasemos a la acción y la presencia.
Tiempo del Este fue testigo de un Festival de Cosquín bisagra. Que sea un nuevo trampolín para la elevación del canto, la música y la palabra.
Por Roberto Mercado
romercado1962@yahoo.com.ar
Querido Roberto, tambien se le dió interes a los bailarines. Hubo artistas como Bruno arias hizo subir al escenario mayor a bailarines que estaban programados para el patio del festival nada más. Hubo más danza arriba del escenario acompañañndo a los artistas. Me gusto. Abrazos Roberto querido.