Viajaron desde Buenos Aires con seis consolas recicladas e intervenidas por artistas, destinadas a hospitales públicos. Dos de ellas eran para el Hospital Perrupato, donde la visita estaba coordinada. Sin embargo, al llegar, nadie los recibió. El director, José María Llaver, estaba al tanto y no se presentó.
Miguel Martín Blanco llegó a Mendoza con una misión solidaria y creativa: donar consolas de videojuegos intervenidas por artistas a hospitales públicos para que niñas y niños internados puedan jugar y transitar sus tratamientos con mayor bienestar.
Blanco es presidente de la Asociación Civil La Guarida, un proyecto nacido en Buenos Aires que recicla tecnología en desuso y la convierte en “obras de arte jugables”. Estas consolas son luego entregadas de forma gratuita en hospitales públicos.

Miguel Blanco, presidente de la Asociación Civil La Guarida
“Está comprobado científicamente que los videojuegos ayudan a los chicos no solo en lo anímico, sino también en su recuperación. Acortan tiempos de sanación”, explicó en diálogo con Tiempo del Este.
Una misión a pulmón
Sin apoyo económico estatal ni privado, Miguel y su compañero, Dylan Arian —los únicos dos miembros activos de la asociación— recorrieron más de 1.000 kilómetros con seis consolas en una camioneta familiar, costeando todos los gastos con fondos propios y pequeñas colaboraciones de seguidores en redes.
“Vinimos colados en el auto de mis padres, que venían a Mendoza por un casamiento. Llenamos la camioneta con consolas, veníamos aplastados entre los bolsos”, contó entre risas, aunque también con una dosis de cansancio real.
En los hospitales Notti y Fleming, fueron bien recibidos. “Las autoridades nos recibieron y estaban muy contentos. Incluso vimos a los chicos jugando con las consolas”, señaló.
La ausencia en el Perrupato: un destrato que dolió
Sin embargo, en el Hospital Perrupato de San Martín, la experiencia fue muy distinta y generó malestar y decepción en los donantes.
“Esto estaba coordinado desde hace meses. Sabían que veníamos desde Buenos Aires, y sin embargo no hubo ninguna autoridad que nos recibiera”, expresó Miguel.

José María Llaver, director del hospital Perrupato
Pero lo más grave del episodio fue que, según señalaron, el propio director del hospital, el Dr. José María Llaver, estaba al tanto de la visita, no se hizo presente, ni envió a nadie en su representación y horas después les manifestó que se había “olvidado”.
“Tuvimos que dejar las consolas en el sector de enfermería, sin ninguna garantía de resguardo. Ni siquiera se nos avisó por qué no estaban o se dejó un mensaje”, agregó. Una médica de la guardia, que no estaba al tanto de la visita, fue la que los llevó hasta el sector de pediatría donde quedaron las consolas.
El episodio fue aún más tenso: al llegar, el equipo de La Guarida fue interceptado por personal de seguridad del hospital. “Tuvimos que explicar que veníamos a donar consolas, y dejar nuestros datos. No nos llevábamos nada. Nadie nos esperaba”.
“Después de tanto esfuerzo, uno espera al menos que te reciban”
Para quienes están detrás de este proyecto —dos personas, sin sponsors ni viáticos—, la indiferencia fue un golpe emocional:
“Uno espera que, después de tanto esfuerzo, del otro lado haya alguien para recibirte, para decirte gracias. Me parece que lo merecíamos”, reflexionó Miguel.

Una de las consolas que fue donada al Perrupato
Aun así, se queda con lo positivo. “Yo me formé como técnico en Mendoza, soy egresado del Pablo Nogués. Este viaje fue mi manera de devolverle a Mendoza lo que Mendoza me dio”. Sin embargo, rescatan la predisposición de la municipalidad de San Martín, quien puso un vehículo para ayudarlos en el traslado del equipamiento.
Una idea nacional que nació del corazón
La Guarida ya trabaja en convenios con universidades como la UTN para expandirse a todo el país. Por ahora, sigue siendo un sueño hecho realidad por dos personas comprometidas, que viajan con consolas, arte y esperanza a donde haya un hospital que las necesite.
“Somos dos locos que construimos estas consolas. A pulmón, cien por ciento”, concluyó Miguel.