En el norte de La Paz, el destacamento policial de Arroyito cumple más de cuatro décadas al servicio de su comunidad. En una zona rural marcada por la distancia y el esfuerzo cotidiano, sus efectivos representan mucho más que seguridad: son apoyo, contención y parte esencial de la vida local.
A 70 kilómetros al norte de Desaguadero, el destacamento policial Arroyito se ha convertido en un pilar de la seguridad y el acompañamiento comunitario del departamento de La Paz. Fundado el 10 de enero de 1982, su jurisdicción abarca una amplia zona rural donde viven alrededor de 78 personas, entre familias del casco céntrico, puestos aledaños y las comunidades huarpes de Forzudo y La Josefa.

El destacamento está dirigido por el oficial principal José Ahumada, al frente de un equipo de seis efectivos que trabajan bajo un régimen de dos días de servicio y cuatro de descanso. Además de sus tareas de prevención y patrullaje, los policías cumplen un rol social clave en una región donde los recursos son limitados.
“Las funciones son las propias de todo personal policial, pero aquí hay que agregar un valor extra. Si bien tenemos un centro de salud con enfermeros, ante cualquier situación somos los primeros en actuar”, explica Ahumada.

Los efectivos también asumen tareas de contención y acompañamiento. “No tenemos psicólogo ni especialistas en el lugar, y muchas veces debemos contener, mediar y acompañar las situaciones que se presentan”, señala el jefe del destacamento. “Somos los primeros en llegar, evaluamos la situación y, si es necesario, coordinamos de manera inmediata el traslado o la asistencia necesaria”, añade.
Para Ahumada, la vocación y la empatía son esenciales: “El personal tiene que ser totalmente profesional. No solo hacemos prevención del delito y de las contravenciones, también debemos ser psicólogos, enfermeros, acompañantes. La comunidad confía en nosotros y nuestra responsabilidad es estar a la altura”.

La comunidad valora ese compromiso. “El trabajo diario con el personal policial es de total colaboración. Cada vez que surge una urgencia o una dificultad con el camino, el destacamento nos acompaña y brinda su ayuda sin dudarlo”, sostiene Mariana Capdevilla, directora de la escuela Estanislao del Campo 8363.
Desde su casa en el paraje, Lidia Fiore, vecina de 42 años en el lugar, resume el espíritu de Arroyito: “Aquí todos nos conocemos y nos cuidamos entre nosotros. La escuela y la policía son parte de esa gran familia que sostiene al pueblo”.

