El notable artista recorre su historia cargada de hitos y experiencias inolvidables
Con cuarenta años de residencia en Mendoza por decisión propia, el cantor Javier Rodríguez supo desarrollar una impecable carrera artística nacional e internacional sin dejar la provincia, la que eligió para vivir, formar su familia y construir la base de lanzamiento de todos sus proyectos.
Nació en Tartagal, Salta, por cuestiones de trabajo de su padre quien era topógrafo. Por lo tanto vivió en distintos pueblos y ciudades del país, como San Pedro, Jujuy, donde aprendió a tocar la guitarra, Comodoro Rivadavia, hasta que el 3 de enero de 1981 recaló en nuestra provincia.
Desde su lugar en el mundo dio vida a su incansable tarea que supo del éxito y de ser parte de propuestas musicales icónicas de nuestro país. Para ello tuvo que trabajar y mucho.
Como el mismo lo dice: “La vocación y la pasión hacen que el cansancio quede afuera mientras uno va consiguiendo lo que se propone. El artista es una fuente inagotable de creación de desafíos de trabajos y de obras de arte en formato de canción, de poemas, de pinturas, de libros y de todo lo que ello encierra, haciéndose eco de las célebres frases que hablan de que los grandes artistas se componen de un porcentaje pequeño de talento y otro, muy superior, de trabajo y esfuerzo. O la imagen del isberg donde lo que sobresale es sola una parte menor, lo importante está en la base…”, remarcó.
Jugar en primera
A su importante actividad como solista y director de coros en la década de los 90, Javier le iba a agregar 3 experiencias artísticas que serían, con el tiempo, verdaderas universidades del canto popular. Así lo recuerda:
“Siendo integrante de distintos coros que dirigía Damián Sánchez y también de aquellos a los que dirigí o codirigí, como El coral de las arenas con Damián, fue que conocí y entablé relación con el maestro Ariel Ramírez. Una vez, después de presentar la Misa Criolla en Mendoza me pidieron que cantara. El maestro escuchó con atención y al poco tiempo me convocó para hacer la parte solista de esa inmensa obra, debutando el 16 de diciembre de 1995, para luego recorrer el mundo junto a él.
Gracias a la gira de la misa por Holanda y a la excelente crítica recibida, me vinculé con ese país al que visito periódicamente.
A partir de esta exposición me llamaron los Opus Cuatro para suplir al primer tenor Alberto Hassan que tenía unos problemas de salud y realizar una extensa gira europea. Yo tenía una serie de actuaciones durante 2 meses en España con Ariel Ramírez, por lo que me tuve que llevar un paquete enorme de partituras con los arreglos vocales del cuarteto y compactos para ser estudiados en los momentos de descanso.
También hice diversos musicales con Pepe Cibrián en el Luna Park, donde teníamos funciones de martes a domingo Con todo esto me di el gusto de jugar en primera, donde se ven cosas que en otros lugares, no…”, concluyó.
Lo propio ante todo y el himno completo
Amén de todo ello, nunca renunció a sus proyectos y desafíos personales del que se siente orgulloso, entre ellos, su carrera solista y seguir dirigiendo diversos coros en la provincia, como por ejemplo en el departamento de Junín.
De tantas experiencias llevadas a cabo por el cantor resalta el arreglo musical e interpretación del Himno Nacional Argentino, versión completa.
Un día lo convocan para cantar, 7 días después, el himno completo, con el texto original, algo que presentó el primer inconveniente al no tener registros anteriores para estudiar y versionar, y solo se podía encontrar la letra. A los dos días aceptó el desafío de realizar su versión propia y se tiró a la pileta, logrando una gran repercusión.
Esto disparó que a los pocos meses lo convocaron para hacerlo nuevamente en ocasión de los 200 años de la canción patria. Para esta oportunidad Javier abrió el abanico e invitó a otros cantantes y músicos para interpretarla. Luego vino la idea de registrarlo en un video que tuvo tanto éxito que está cerca del millón de vistas en Youtube.
Javier Rodríguez, incansable trabajador del canto popular. Que no decaiga.
Por Roberto Mercado