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Importante

El 2 de abril de 1982 en el recuerdo de Oscar Reina

por tiempoadmin 2 abril, 2022
2 abril, 2022

* Por Roberto Mercado (romercado1962@yahoo.com.ar)

El talentoso artista plástico fue testigo directo de la gesta y nos pinta el cuadro de su situación personal.

“De la mañana a la noche, de la noche a la mañana, en grandes olas azules y encajes de espuma blanca, te va llegando el saludo permanente de la Patria. Ay! hermanita perdida, hermanita vuelve a casa…”, implora Atahualpa Yupanqui en la conmovedora canción La hermanita perdida, con música de Ariel Ramírez. Y así, como ya todos sabemos, de la noche a la mañana se tomó una de las decisiones más terribles y cuestionadas de la historia de nuestro país, el desembarco de las Fuerzas Armadas intentando recuperar las Islas Malvinas con un grupo integrado, en gran medida, por jóvenes, casi adolescentes y sin experiencia alguna.

Uno de ellos fue Oscar Reina, reconocido artista plástico y docente que nos contó parte de su experiencia personal que revive el dolor por esa herida aún abierta en nuestro ser argentino.

¿Cómo fue aquel 2 de abril para vos?

Para que la gente pueda tener un panorama de aquella juventud en ese 1982, yo tenía 18 años, recién cumplidos. Había terminado la secundaria en diciembre de 1981 y había tenido la fiesta de egresados. Había sido convocado para cumplir con el servicio militar y como soy nacido en Buenos Aires me tocó en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Al mes de incorporado, el 2 de abril se produce el desembarco y entonces el Regimiento consideró que era una gesta histórica y se creó un grupo especial para ir al frente de batalla. Se conformó el Escuadrón Pringles con 145 hombres entre los cuales estaba yo. Como soy dibujante y tenía en esos años muy buena vista y un gran pulso, era un buen tirador. El caso es que de buenas a primeras, en pocos días estaba desembarcando con el Escuadrón en Comodoro Rivadavia, con chicos que tenían nula experiencia militar y un escasísimo entrenamiento e información militar como yo. En esas condiciones fuimos con el honor y el orgullo, ya que Malvinas pertenece a nuestro país y considerábamos, con esa inocencia que teníamos, que la guerra era una cosa justa.

En ese momento no teníamos la dimensión de la gravedad de la cosa y del despropósito de esa situación. El tema es que nosotros éramos tiradores, nada más, por lo que contábamos con un fusil y nuestro cuerpito, pero esperábamos una vacante, un lugarcito que se abriera para poder cruzar. De todos sólo 10 pudieron hacerlo ya que eran los que podían tirar con armamento pesado, ametralladoras, por ejemplo. Después la cosa se complicó, no se podía cruzar y allí quedamos patrullando y haciendo custodia de la zona continental. Fueron momentos muy difíciles para nosotros.

¿Qué pasa por la cabeza de un pibe de 18 años en esas circunstancias?

Lo que pasa es el miedo por sobre todas las cosas, más cuando empezamos a contar con cierta información de lo que estaba ocurriendo. También es de un estrés psicológico y también físico. Tuve compañeros que por las noches lloraban extrañando sus casas, sus familias, sus jóvenes novias, su vida adolescente y llena de ilusiones que uno tiene a esa edad, por eso fue una situación muy dura y difícil.

Yo tenía cierta información de a qué nos enfrentábamos, ya que no solo era contra Inglaterra, sino también con sus socios, como EEUU. O sea que teníamos todas las de perder. De todas formas éramos un poco inconscientes también, porque estábamos con todo el orgullo y las ganas de enfrentar la situación así como viniera. Yo, incluso, pese a no haber estado en el frente de batalla soy considerado un Veterano de guerra y no un Ex combatiente.

¿Tuvieron contacto con las familias?

Fue complicado comunicarse con la familia porque había secreto militar y podías revelar nuestras posiciones. Pude hablar con ellos cuando estábamos en Pico Truncado, Santa Cruz, donde hay una planta de gas muy grande que estábamos custodiando y allí nos permitieron hacer un llamado telefónico. Como en mi casa no teníamos teléfono fijo, llamé a unos vecinos para decirles que le avisaran a mi familia que en media hora llamaba otra vez y de esa manera pude contactarme con mi madre, después de un mes de estar en la Patagonia. Mi vieja no tenía idea de dónde estaba, es más, nunca imaginó que mi generación iba a estar convocada para esta situación. Fue tremendo y muy shockeante para ella y mi hermana enterarse que estaba allí, en situación de guerra. Fue muy duro para la familia.

¿Cuáles eran las informaciones que recibían de arriba, de los altos mandos, acerca de cómo se iban sucediendo los hechos?

Nosotros estábamos bajo las mismas condiciones de lo que le llegaba a todo al mundo desde los medios, porque a nosotros nos pintaban una situación de triunfalismo. Yo entiendo también que es una situación necesaria para mantener motivado y no entrar en una especie de derrotismo o depresión y por eso los oficiales y suboficiales nos bajaban la misma línea que bajaban los medios, como que vamos ganando, nosotros podemos y ese tipo de cosa, tal como lo recibía la ciudadanía, como un equipo de fútbol que se da ánimo para enfrentar al adversario.

¿En el cuerpo de Granaderos se conversaba algo en los días previos al 2 de abril?

No, fue totalmente sorpresivo, no se sabía absolutamente nada, porque siempre el ejército ha manejado una especie de premisa de guerra que en ese momento estaba focalizada en Chile por los conflictos limítrofes. El 2 de abril yo estaba a orillas del río Paraná haciendo las primeras instrucciones militares. Ese día nos levantamos y fue sorpresa para nosotros también, mirá que el Regimiento de Granaderos en una institución muy importante para ceremonial y custodia presidencial. Uno supone que tenían una comunicación directa con la cabeza militar a cargo de Galtieri, pero no se había filtrado absolutamente nada. Ese día se hizo una formación y se conformó el escuadrón y al otro día salimos para la Patagonia, fue así, de un día para el otro. Recuerdo que yo estaba bronceado, febrero y marzo estuve al lado del río, con calor, sol y mosquitos y a los dos días estaba desembarcando en Comodoro Rivadavia bajo las inclemencias climáticas de la Patagonia. Fue así de tremendo y de sorpresivo.

Plaza Islas Malvinas, Rodríguez Peña, Junín

¿Y qué pasó cuando regresaron tras el fin de la guerra?

Eso fue tremendo. Como el Regimiento de Granaderos está en pleno centro de Buenos Aires, en Palermo, cuando fuimos hacia Malvinas cruzamos en caravana toda la ciudad hasta El Palomar, para tomar desde ahí el avión que nos llevaba al sur. En ese trayecto de atravesar Buenos Aires, el triunfalismo de la gente era total, nos saludaban, se acercaban a las ventanillas de los micros o al costado de los camiones y nos daban chocolates, cigarrillos. Yo recuerdo que salía por la ventana de un colectivo y recibir cosas que luego les pasaba a mis compañeros. Era una especie de fiesta triunfalista.

Al regreso hicimos exactamente el mismo camino, de Palomar a Palermo, atravesando toda la ciudad y era un silencio sepulcral, una indiferencia tremenda, la gente por poco se escapaba de nosotros cuando nos veían pasar. Fue bastante deprimente comprobar todo lo que había pasado y de cómo nuestras vidas también habían sido trastocadas y nuestros cuerpos también, porque nos llevaron y nos instalaron en un lugar donde nunca nos habíamos imaginado y de pronto estábamos de vuelta y ya a nadie le importábamos y eso fue un choque muy grande, tremendo. Yo creo que la sociedad sufrió lo mismo con ese choque con la realidad pura y dura. Ahí, de pronto, te diste cuenta que ya no servías para nada, que ya tu momento había pasado y que a nadie le importaba.

¿Y qué te pasa por la cabeza cuando se aproxima esta fecha?

Digamos que yo he tratado de seguir mi camino, de construir mi historia desde otro lugar, cosa que he logrado más o menos, por lo tanto me apuntalé muchísimo en mis cosas y en mis pasiones. Imaginate que después de una situación tan límite como esa, con la edad que tenía, he tomado la decisión de hacer en la vida lo que a mí me gusta. Un poco que me obligó a abrir los ojos y decir, bueno, yo en la vida voy a tratar de construirme y de hacer lo que a mí me nazca. Eso me dio mucha fortaleza por un lado.

Mi sentimiento es básicamente de tristeza porque nadie nos reconoció absolutamente nada. El estado nos puso en un lugar, nos trajo, a algunos, incluso, heridos. Ni hablar de los que perdieron la vida. Es tristeza, no tengo rencores ni traumas. En los primeros años, sí, tenía ataques como de nervios, me ponía mal realmente, pero ya no, lo he trascendido.

¿Las artes plásticas fueron el gran psicólogo, la tabla de salvación?

Sin dudas, porque las artes plásticas no son una decisión fácil. Cuando uno es joven piensa en su futuro y trata de dedicarse a algo que le sea redituable, pero que a la vez le guste. Pre Malvinas yo oscilaba entre la arquitectura y el diseño gráfico, que tienen una pata en el arte y otra en la economía, porque uno piensa que esas carreras te pueden dar una tranquilidad económica. En cambio decidirte por una vida artística es algo verdaderamente difícil, que necesita mucha vocación para eso.

En ese aspecto Malvinas me impulsó a tratar de ser yo mismo. En un momento me dije: si yo zafo de esta, si logro sobrevivir, en la vida que me queda voy a tratar de ser feliz y pleno con las cosas que a mí me interesan y me gustan. Por eso apenas terminé la conscripción me vine a Mendoza con la idea de entrar a la carrera de arte en la UNCuyo, cosa que pude hacer con mucha felicidad y mucha dedicación. Es a lo que me dedico. Soy egresado de la Facultad de Arte, soy profesor universitario y tengo esa fortuna, además de hacer mi carrera artística.

¿Una reflexión final que quieras hacer?

Que vaya el recuerdo para aquellos héroes, que verdaderamente fueron héroes y que cayeron en Malvinas defendiendo nuestra patria. Yo lo hubiera hecho también si me tocaba, porque estaba listo y preparado, pese a tener conciencia de lo aberrante de la situación.

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