El cantante paceño fue uno de los referentes insoslayable del 2 X4 mendocino
El pasado 17 de agosto nos esterábamos de la triste noticia del fallecimiento del querido cantor de tangos, Carlos Pirincho Ríos, a los 88 años, uno de los artistas más respetado del ambiente, ya no solo de la Zona Este, sino también de toda la provincia.
Había nacido en el departamento de La Paz, el 6 de octubre de 1936.
Dueño de un particular estilo y un carisma personal que lo llevaba a cautivar al público inmediatamente, además hacía del respeto por la música y la gente una condición insoslayable, que lo llevó a ganarse el afecto y el reconocimiento en cada uno de los lugares donde cantó.
Para no quedarnos con la congoja propia de estos momentos, elegimos con quienes dirigen Tiempo del Este desempolvar de nuestro archivo una nota que le hicimos allá por el 14 de marzo de 2013, a modo de un hasta siempre y para quedarnos con esa imagen de un verdadero señor del tango, la que deberemos guardar por siempre.
Vuela alto, admirado cantor, y descansa en paz, que en el rezongo triste del fuelle de un bandoneón se queda llorando el pueblo que te admiró.
Nota del 14 de marzo de 2013
En el departamento de La Paz, como en cualquier otro lugar con característica de pueblo, eran muy comunes las recordadas “Pistas de Baile”, puntos de encuentro de los vecinos a la hora de la diversión. Éstas eran sin techo, de tierra consolidada, bien regaditas para la ocasión y en el mejor de los casos hormigonadas. Ya como un lujo, las había embaldosadas. Los clubes debían tenerla, pero no era excluyente, cualquier vecino podía preparar un baldío para las milongas.
Allí llegaban las orquestas lugareñas y también las famosas para desplegar su música mientras la gente dibujaba sus cortes y quebradas. En una casa vecina a la pista “Recreo La Paceñita”, vivía un niño que solía escuchar con pasión a los artistas que actuaban allí. Se llamaba Carlos Ríos para el común de la gente. “Pirincho” Ríos en el mundo del tango mendocino.
Del folklore al tango
Sus comienzos fueron a los 17 años en el folklore, primero en un cuarteto que tenía bandoneón, piano, violín y bajo, del que luego derivó en el conjunto Los de La Paz. Con ellos desarrollaron un repertorio eminentemente cuyano y Palormiano, trabajando tanto en su pueblo como en Santa Rosa. Ya como solista fue ganador del Festival de la Cueca y el Damasco cantando folklore, lo que derivó en representar a Mendoza en el Primer Festival de la Canción Chilena en Viña del Mar.
Pero esa influencia tanguera heredada de aquellas orquestas que escuchaba de niño afloraba y empezó a desarrollarla. En el País trasandino comienza a destacarse, como cuando se iba a recorrer las tanguerías para entonar algunas obras y llegar a recibir la oferta de un importante empresario para lanzarlo en ese País y Centroamérica. Esto no pudo ser y es una de las grandes dudas del cantor de qué hubiera pasado si se hubiese concretado la misma. Tuvo que volverse a Mendoza porque su trabajo en el correo lo reclamaba.
Cantor de un tango equilibrista
Pirincho sostenía que la profesión no daba como para vivir de ella. Ayudaba, pero no era suficiente. Consideraba que el equilibrio lo daba un trabajo estable y sumar con las actuaciones. El carácter intimista del género no le permitía una gran masividad por lo que no había mucho para repartir a la hora de cobrar por las actuaciones. Aun así, siguió abriéndose camino cantando en el Casino de Mendoza, en la pintoresca galería Piazza, en el mítico restaurant La Casona, en vendimias departamentales y festivales como Rivadavia Canta al País, La Cueca y el Damasco, en el Café Homero y en San Telmo, Buenos Aires, como también en Viña del Mar y Valparaíso, Chile.
En su larga trayectoria logró grabar dos discos: “Amigos que yo quiero” y “Para los Amigos”. Fue Premio Escenario, distinción entregada por Diario Uno, en el año 2006, entre muchos otros reconocimientos.
Mano a mano
Le propusimos un mano a mano a Pirincho sobre sus gustos y preferencias tangueras y esto nos respondió. “Prefiero la musa de Homero Manzi a la protesta Discepoliana. Soy amante de los clásicos, pero también de los de más acá en el tiempo, por ejemplo -Como dos Extraños-.
Ante un Gardel o Julio Sosa remarco las épocas diferentes en que las fueron protagonistas, pero considero al Zorzal Criollo como el creador de esto, al ser el primero en cantar Mi Noche Triste, a la sazón el primer tango canción.
Ante un Pugliese o D’Arienzo me inclinó por el “Rey del Compás” por su placer de bailarín”.
Ante la pregunta sobre Piazzolla contestó con un seco, “no”, igual que cuando se le mencionó el denominado Tango Electrónico.
De los cantores, además de Gardel, mostró su preferencia sobre Floreal Ruiz, Jorge Valdéz y Rubén Juárez.
Por eso, cuando se habla de tango en la provincia, y en particular en la Zona Este, el nombre de Carlos “Pirincho” Ríos suena al compás de los más reconocidos. De fina presencia y un marcado respeto por el público este cantor se fue transformando con el tiempo en el nombre mismo del tango.
Por Roberto Mercado